Metepec, Estado de México.- La arcilla, que compactada en 1972 ayudó a regenerar el lago de Texcoco, y el agua son proporcionados por la naturaleza y el hombre convierte en barro con que elabora obras de arte y enseres domésticos como jarros, ollas y platos. Aquí en Metepec, pueblo mágico del Estado de México, el barro juega papel muy importante.
Metepec, palabra náhuatl que significa “en el cerro de los magueyes”, es el municipio que se caracteriza por las manos hábiles de sus artesanos que dan vida con el barro a objetos que despliegan las alas a la imaginación, en especial sirenas –las novias icónicas de los marinos–, árboles de la vida y esbeltas réplicas de “La catrina” de Posadas, ambas figuras consideradas símbolos de Metepec. Pero también hay cazuelas, nacimientos, santos, ángeles o tradicionales eclipses.
Muy cerca está el cerro de “Los magueyes”, desde su cima, donde está la iglesia del Calvario –de estilo neoclásico–,se domina el valle de Toluca. Abajo. Ya abajo, al cruzar la calle está la iglesia y ex convento de San Juan Bautista, del siglo XVI, cuya fachada es filigrana de motivos florales, de estilo barroco, tiene gran importancia histórica, pues aquí habitaron los franciscanos que evangelizaron a la gente del Valle de Matlatzinco.
Puedes dar un paseo por la plaza Juárez y dejarte sorprender por la Tlanchana (la sirena) –deidad acuática, hija de la luna–, monumental sirena de barro que parece cuidar del quiosco y todo lo que la rodea.
Metepec se transforma octubre tras octubre con el Festival Quimera, que se realiza desde 1991 para mostrar la riqueza cultural local y estatal por medio de conciertos, exposiciones y presentaciones artísticas, conferencias, ciclos de cine y exhibiciones gastronómicas, pero en particular es muestra de las aptitudes de sus vecinos y convierte a este pueblo mágico en sitio donde todo parece de fantasía.
Y por qué no, enamórate de su gastronomía y prueba delicias como barbacoa al horno, pambazos, tamales de charal, sopa de hongos, sopa de médula, entre otras delicias. Para acompañarlas puedes optar por la tradicional “garañona”, bebida típica que –dicen– es afrodisiaca.
En el Centro de Desarrollo Artesanal podrás conocer el proceso para crear las características artesanías de barro. Recorre los pasillos del mercado, donde encontrarás un poco de todo, y no dejes de comprar algunas de las más bellas artesanías como las catrinas, el árbol de la vida, las sirenas, artículos utilitarios o lo que más te guste.
No olvides que Metepec es hogar del árbol de la vida símbolo muy antiguo que esconde gran mensaje acerca de nuestra vida y puede tener diferencias significativas según la cultura de los sitios donde lo reproducen. Sin embargo, la base es siempre la misma. El tallo Representa el vínculo de la vida y la muerte, es decir desde el nacimiento hasta el fin, que es cuando su follaje llega a los cielos, y las ramas los múltiples caminos que pudimos hallar.
Cuenta la historia que los hebreos hicieron del árbol de la vida símbolo principal de su cultura. Estaba formado por diez nodos conectados entre sí lo que representaba la armonía y la restauración de la paz en el mundo. Este significado aparecía en la antigua Kabbalah. Para los judíos, hace referencia, también, a que existe fórmula muy compleja de existencia y creación, de lo terrenal a lo divino.
En la religión cristiana se considera que el árbol de la vida es el que Dios plantó en el paraíso perdido, el manzano cuyo fruto dio Eva a Adán. En el Génesis se indica que tenía propiedades mágicas, pues podía ofrecer la inmortalidad.
Este árbol aparece descrito en la Biblia como grandioso, majestuoso, que llegaba más alto que los mismos cipreses y que no era comparable a ningún otro del jardín de Dios. Se describe con muchísimas ramas y era capaz de llegar a las nubes.
En la cultura celta se veneraban los árboles como seres vivos de gran importancia que les protegían del frío y de la lluvia, les daba fruto y madera para hacer fuego y construir casas.
Símbolos de la vida porque podían comunicarse con el entorno de forma completa: con la tierra gracias a sus raíces, con el exterior gracias al tronco y con el cielo gracias a las ramas. Para los celtas el árbol era el ser vivo que podía enlazar la tierra y el cielo.
Los nórdicos le dieron visión pagana, pues su simbología no está ligada a ninguna religión en concreto. Para ellos el árbol era un ser infinito, no tenía ni principio ni fin. La energía entre él se movía de forma ascendente y descendente y por eso se consideraba que comer los frutos del árbol mantenía a las personas jóvenes y en plena forma.