El origen de la fiesta de la Virgen del Castillo cuentan se produjo durante el reinado de Felipe IV, cuando el 17 de julio de 1642, grupo de 61 yeclanos dirigidos por el capitán Martín Soriano Zaplana acudió a defender Cataluña de las tropas francesas que habían invadido el norte de España en la denominada Guerra de Cataluña y en defensa de la integridad del territorio nacional (¡vaya ironía y ejemplo en los tiempos que corren hoy!). El puesto de guarnición para los voluntarios se fijó en las tierras castellonenses de Vinarós, en la ermita de San Sebastián. El desarrollo favorable de la contienda facilitó que los miembros de dicha campaña regresaran sin ninguna baja que lamentar, hecho que interpretaron como milagroso.
La “Fiesta de la Virgen del Castillo” en Yecla, en Murcia, España, aseguran no huele a humo de velas ni al aroma de las flores que suelen acompañar a todas las Vírgenes. Su sello es el olor de la pólvora y el ruido de los arcabuces (arma de fuego antigua, parecida a fusil) que la rodean. Eso sí, mantiene, como en todas las fiestas religiosas, el fervor de sus seguidores, los piropos y cánticos a la Virgen y las procesiones de subida y bajada de la patrona desde su santuario a la Iglesia de la Asunción en la ciudad, acompañada por los yeclanos y habitantes de toda su comarca e incluso del resto de la región y otras provincias.
Durante los días que duran las fiestas, sobre todo entre el 6 y el 8 de diciembre, el ambiente de la ciudad se llena del olor, que empieza a convertirse en aroma, a pólvora y el estruendo de los arcabuces similares a los que se utilizaban en el siglo XVI. No hay ropajes religiosos, sino los típicos bicornio y casacas negras que utilizaban las fuerzas municipales o milicias que permanecieron en activo en las tierras de Castilla desde el siglo XVI hasta la segunda mitad del XVIII. El ambiente de fiesta religiosa y pagana al mismo tiempo, se mezcla también con los rezos, la música popular, bailes y, por supuesto, buenas viandas y vinos.
La compañía de Martín Soriano, de regreso a Yecla, agradecida a la Providencia Divina y a la Virgen, subieron donde se daba culto a Nuestra Señora de la Encarnación representada en antiguo cuadro, ya conocida como Virgen del Castillo, para dar gracias por el regreso de los hombres. Años más tarde, la Cofradía de la Purísima, sería la encargada de adquirir talla de la Purísima Concepción que sustituyera al cuadro de La Encarnación, para ser venerada en el santuario. La imagen llegó a Yecla en 1695, y entronizada en el templo como patrona y protectora de la ciudad.
No quedando satisfechos con esta acción de gracias, los yeclanos acordaron bajar todos los años, durante unos días, a la imagen de la Virgen hasta la Iglesia de la Asunción. Estas bajadas de la Virgen iban acompañadas de salvas de arcabuz, como recuerdo a lo sucedido en la contienda. Aquel acto constituyó todo acontecimiento para la ciudad, que desde entonces vio en la imagen de Nuestra Señora del Castillo símbolo de protección.
Las actuales Fiestas de la Virgen del Castillo de Yecla, declaradas de Interés Turístico Nacional y que buscan ser de Interés Internacional, no tienen su origen y posterior desarrollo en victoria o derrota, sólo se conmemora acontecimiento en el que no hubo derramamiento de sangre.
El recinto donde recibe culto la Virgen ha sufrido numerosas reconstrucciones y reformas a lo largo de su historia, datando el edificio actual del siglo XIX. Tampoco la talla que hoy se venera es la original, puesto que desapareció en la Guerra Civil Española; se trata de réplica realizada por Miguel Torregrosa en 1941 a semejanza de la primitiva, la cual fue coronada canónicamente en 1954.
Los actos principales que ahora se conmemoran son la bajada y subida de la Virgen a su Santuario en popular procesión y siempre tienen lugar a principios del mes de diciembre. El día grande es el 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción.
El Día de la bajada, 7 de diciembre, se inicia con la alborada en el atrio de la Basílica de la Purísima, seguido del tradicional almuerzo de las gachasmigas. Después se lleva a cabo la bajada, cuando los «tiraores» arcabuceros suben al Santuario del Castillo disparando sus arcabuces y luego acompañan a la Patrona en traslado hasta la ciudad. En el recorrido, el mayordomo juega la Bandera ante la Virgen a la salida del Santuario, en el llamado Paso de la Bandera y en el atrio de la Basílica, mientras se procede al disparo continuo de los arcabuces. El pregón, diferentes actos culturales, la ofrenda de flores, la bajada de la Virgen y su permanencia durante nueve días, para recibir culto y honores como Patrona de Yecla, con ritual festivo de más de tres siglos y medio de historia, y su posterior subida al Santuario conforman el resto del programa.
El día 8 de diciembre, día grande de las fiestas, se inicia con la función solemne en la Basílica de la Purísima, a continuación tiene lugar el nombramiento de clavarios (mayordomos del próximo año) y por la tarde la procesión con la imagen de la Patrona, en la que el mayordomo repite el mismo ritual del juego de la Bandera, a la salida y especialmente a la entrada de la Virgen a la Basílica, en medio del estruendo ensordecedor que produce el disparo de los arcabuces.
Por último, tras el novenario, que siempre es el tercer domingo de diciembre, con el mismo orden, protocolo y ceremonial observado en la bajada se procede a la subida de la Virgen a su Santuario. Por la mañana, tras la celebración de la función religiosa, se realiza la procesión Minerva y la bendición del Santísimo Sacramento a todos los arcabuceros y el pueblo de Yecla.
Como en toda fiesta, no puede faltar la gastronomía. Hay variada y ricas delicias que mezclan las murcianas, manchegas y valencianas. Buen ejemplo es el gazpacho yeclano, las pelotas de relleno, tortas fritas, queso frito con tomate o empanadas de patatas. Pero tal vez el plato más característico especialmente en la alborada, durante la madrugada del 7 de diciembre y antes de la bajada de la Virgen, son las gachasmigas, elaboradas con harina, aceite, ajo, sal y agua, son plato de gran importancia en las festividades y antes de la bajada de la Virgen.
Las Gachasmigas populares es uno de los actos con mayor participación ciudadana que se celebran en la ciudad. Organizadas por la Asociación de Mayordomos y con la colaboración de las Agrupaciones de Escuadras, del ayuntamiento de Yecla y los establecimientos comerciales que aportan ingredientes para su elaboración, han conseguido desde su primera edición en el año 2014 hasta la actualidad convertirse en jornada multitudinaria indispensable en la agenda oficial previa a la celebración de las fiestas. Se realizan más de 200 sartenes de gachasmigas y se movilizan a más de 300 voluntarios para el evento, que en la pasada edición consiguió sacar a la calle San José a más de 8 mil personas y se convierte en magnífica jornada de convivencia ciudadana en las calles.
Los gazpachos yeclanos son guiso consistente, preparado con torta de pan ácimo, y sofrito de conejo y caracoles. Esta torta se empapa con el guiso en el plato, absorbiendo todos los sabores para luego ser disfrutada al finalizar el plato, acompañada de anchoas o miel. Esta delicia gastronómica es típica en Yecla el 7 de diciembre, día de la bajada de la Patrona. Las pelotas de relleno se componen de carne de cerdo triturada, pan remojado en caldo de cocido, piñones, huevo, ralladura de limón y diversas especias, como clavo, pimienta y nuez moscada. Este plato es el rey de las fiestas de la Virgen y se degusta tradicionalmente el 8 de diciembre, el gran día de la Virgen. Toda esta gastronomía de fiestas se acompaña siempre con vinos elaborados por las bodegas adscritas al Consejo Regulador de la Denominación de Origen Protegida Yecla.
De los dulces que más se consume durante estas fiestas son los libricos. Finas obleas rellenas de exquisita miel o chocolate, elaboradas artesanalmente con receta familiar de varios siglos de tradición, decoradas con grabados que reproducen lugares y monumentos emblemáticos de la ciudad de Yecla. Las pastas típicas durante las Fiestas Patronales también son los mantecados y rollos de vino ideales para acompañar el café después de las comidas y durante estos días de fiestas es muy común tomarlas acompañadas de mistela (vino que se elabora añadiendo alcohol al mosto de uva en cantidad suficiente para que no se produzca la fermentación).