Los vinos de Cune han acompañado momentos memorables desde hace más de un siglo, y hoy se convierten en cómplices de la cocina mexicana a través de maridajes que sorprenden y conquistan. Cuatro etiquetas emblemáticas celebran a la patria mexicana con antojitos y platillos que forman parte de la identidad gastronómica del país, creando puente de sabores entre España y México.

Ribera del Duero Roble con Pambazos. Desde los viñedos de Villalba de Duero nace este tinto 100 por ciento tempranillo, criado durante cinco meses en barrica de roble francés y americano. Este vino fresco, de color púrpura intenso, con notas dede frutos rojos y negros, con matiz de vainilla y cacao que le brinda la crianza en barrica. En boca, su carácter frutal y largo final lo hacen ideal para maridaje con este antojito tan delicioso y emblemático de nuestra gastronomía, los pambazos rellenos de papa con chorizo, bañados en salsa guajillo y coronados con crema y queso. resaltan su frescura, mientras encuentran equilibrio en la estructura del vino.
Monopole con Chiles en Nogada. Es el blanco más icónico de Cune, elaborado con viura, despliega aromas de manzana verde, piña y flores blancas, con paso en boca sedoso y equilibrado. Su frescura y acidez se vuelven el contrapunto perfecto para los chiles en nogada, uno de los platillos más simbólicos de México. El dulzor de la nogada y la fruta del relleno armonizan con la expresión del vino, mientras que su ligereza limpia el paladar y realza cada bocado. Fusión de dos tradiciones que celebran historia, identidad y color.

Bailarina Rosado con Tostadas de Tinga. De viñedos jóvenes de Rioja Alta surge este rosado vibrante, elaborado con viura, tempranillo y garnacha. Su vinificación lenta preserva los aromas de cada variedad, dando como resultado vino fresco, ligero y de gran expresión. Bailarina se convierte en el acompañante perfecto de unas tostadas de tinga, su acidez contrasta con la untuosidad de la preparación del pollo en chipotle, mientras que sus notas frutales suavizan el picante potenciando el carácter ahumado del platillo. Maridaje que baila entre frescura y picante, dejando alegre recuerdo.
Cune Blanco Reserva con Esquites. Rescata tradición olvidada de los blancos criados en barrica con este vino fermentado en hormigón y madera, criado durante 18 meses y afinado en botella. Con cuerpo, volumen y vigor, este vino se enriquece de notas sutiles de lías, barrica y fruta madura. Frente a él, vaso de esquites con epazote, chile y limón parece simple, pero esconde capas de sabor que encuentran eco en la estructura del vino. Maridaje inesperado y profundamente evocador. Cada combinación, demuestra que los vinos de Cune se convierten en cómplices de todo tipo de antojos y momentos que han encontrando en México sinfín de oportunidades para disfrutarlos y para reinterpretarse y celebrar la riqueza de dos mundos que se unen en la mesa